Este post lo comenzaré con una sencilla frase: “Dios bendiga a aquel, aquella o aquellos que inventaron la hallaca”.
Hoy fue día de hacer hallacas en mi casa, una actividad en la cual mi mamá, mi cuñada y yo nos sentamos a la mesa a armar esa maravillosa comida navideña; es todo un ritual, mi mamá muy temprano prepara el guiso (el cual crudo se maceraba desde ayer dentro de la nevera) y luego prepara la mesa sobre la cual en pequeños aparaticos plásticos se encuentran contenido los huevo y papas sancochadas, pimentón, cebolla, pasas, alcaparras y aceitunas.
Entonces, empieza la faena, hoja de hallaca, poner la masa, aplastar y poner guiso y acompañantes. Las manos van moviéndose estación por estación, cogiendo cantidades sui generis de cada uno de los componentes que integraran la hallaca. Luego en la fase de "empaquetamiento y amarrado", es hora de doblar y en esa fase, debo confesar empieza a generarse mucha controversia principalmente en torno a mi persona recibiendo acusaciones de que mis hallacas parecen “carteritas” de lo pequeñas que son, pero como dicen por ahí: “lo mejor de la vida viene en envases pequeños” touché.
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